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Capacitación Teológica para las Generaciones Emergentes

agosto 23, 2022

En el Manifiesto de Guayaquil (octubre 2021) de la Confraternidad Mundial de la Alianza, se señalan dos desafíos relacionados con la formación ministerial en los próximos años:

  • Generaciones Emergentes: Redefinición de la vocación ministerial; cambios en el concepto de la vocación misionera; cambios en su deseo de preparación para el ministerio; el surgimiento de la experiencia espiritual personal en contraste con la racionalidad;
  • Formación: innovación en la formación teológica de los obreros, creando nuevas formas de capacitación continua para preparar y equipar a los que son llamados al ministerio cristiano.

En este artículo exploraré estos dos puntos desde la perspectiva del sur global, particularmente América Latina, buscando indicar nuevas alternativas de educación teológica a la formación tradicional y occidental que ha sido la norma durante el siglo pasado. Los grandes cambios provocados por la era digital en la que vivimos, junto con una población cada vez más móvil, las olas migratorias, las revueltas sociales y la situación económica, vienen afectando la forma en que conceptualizamos la capacitación a aquellos que son llamados al ministerio. ¿Cómo debemos alcanzar e instruir a nuestros futuros pastores y líderes de las iglesias en este contexto? Primero señalaré algunas tendencias actuales en este campo, y segundo, presentaré algunos desafíos para la iglesia en este momento histórico en que estamos viviendo.

1. TENDENCIAS QUE IMPACTAN LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA

Una primera tendencia es el surgimiento del evangelicalismo no denominacional vinculado especialmente a las iglesias de corte neopentecostal independiente. Algunos estudios indican que casi el 70 por ciento de los evangélicos latinoamericanos se considera parte de este movimiento, que al presente estudios revelan que sería aproximadamente entre el 18 al 20 por ciento de la población en general. Esta evolución ha resultado en cambios significativos en la forma en que los líderes institucionales abordan el reclutamiento y la capacitación de sus futuros ministros. Si bien históricamente la mayoría de institutos y seminarios bíblicos fueron fundados por una denominación particular, hoy una facción cada vez mayor de estudiantes elige escuelas sin mirar necesariamente su denominación, sino considerando otros elementos como la calidad y fama del seminario, el costo y duración de los programas, y a esto hay que añadir ahora la oferta de cursos online.

Una segunda tendencia está relacionada con este crecimiento vertiginoso del sector evangélico, que ha generado una alta demanda de pastores y personal para roles de liderazgo más especializados que antes no existían. La diversidad de ministerios y áreas de servicio tanto en iglesias como en organizaciones paraeclesiásticas se ha multiplicado, y los seminarios todavía no han encontrado la forma de actualizar sus mallas curriculares para cubrir estas solicitudes. Hasta ahora la educación teológica estuvo orientada hacia la formación del pastor tradicional a cargo de todas las funciones en la iglesia, y no necesariamente en la capacitación de obreros para ministerios diversos y especializados.

Una tercera tendencia es la formación de alianzas estratégicas y el trabajo en redes. Esto se da principalmente entre las generaciones jóvenes que buscan este tipo de asociaciones con el fin de salir a las misiones, servir en situaciones de crisis en otras partes del mundo, y realizar tareas no clásicas para los estándares generales de una iglesia. Muchos tienen una formación profesional, pero muy pocos tienen seminario o instrucción bíblico-teológica. Es aquí donde iglesias y seminarios se están asociando con otras instituciones para integrar sus programas ministeriales en sus planes de estudios.

Una cuarta tendencia es la incorporación de nuevas tecnologías en los seminarios. Hoy, un número considerable de personas quieren servir en el ministerio, pero no a tiempo completo sino como obreros bi-vocacionales. ¿Cómo capacitarlos ministerialmente? Lo más apropiado parecería ser a través de programas en línea que les permitan obtener su capacitación mientras continúan con su trabajo. Estos cursos usan métodos y tecnologías modernas que no son la norma en los estudios presenciales donde todavía la “clase magistral” es lo que más se practica. Justo el COVID-19 ha acelerado el paso hacia la adopción de la enseñanza en línea que de otra manera hubiera tomado años en asentarse en nuestros seminarios.

La ACYM latinoamericana no es inmune a estas tendencias, de ahí que los rectores de los seminarios bíblicos vienen explorando la posibilidad de formar un consorcio de instituciones teológicas aliancistas, con la finalidad de aprovechar al máximo las oportunidades que todas estas corrientes traen consigo.

2. DESAFÍOS PARA LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA POST COVID-19

Los logros de la generación pasada sin duda han dado forma y continuidad al desarrollo de nuestros institutos teológicos, y toca a esta generación leer bien los tiempos para seguir avanzando con paso firme en los años que vienen. El panorama religioso en América Latina es incierto en muchos sentidos, pues particularmente estamos enfrentando un analfabetismo bíblico y teológico que no había sido tan obvio en el pasado. Esto significa que la educación teológica debe adaptarse a un “contexto de misión” como algunos estudios demuestran. En un continente donde las iglesias evangélicas han crecido exponencialmente, ¿cómo se explica esto? En parte se debe a la poca instrucción bíblica que hay en las iglesias, pues la Escuela Dominical, otrora la estructura educacional que enseñaba Biblia y doctrina en las congregaciones locales, en la actualidad ya no tiene la misma relevancia, lo cual deja la enseñanza de las Escrituras limitada a las predicaciones dominicales que tampoco se caracterizan por su profundidad y seriedad doctrinal.

Para la Alianza Cristiana y Misionera latinoamericana la preparación de obreros es hoy una tarea más urgente que nunca, pues aparte de la precariedad de conocimiento bíblico de los creyentes en general, es importante también notar que la iglesia ha pasado de una época en la que la mayoría de los líderes tenían entre 20 y 40 años a una época en la que la mayoría tiene 50 años o más. Estudios recientes indican que el “envejecimiento” del continente latinoamericano es una realidad, donde el número de personas mayores de 65 años será más del doble entre el 2000 y 2025 y se duplicará para el 2050. En Colombia, Costa Rica y México, la cantidad de ancianos se triplicará entre el 2000 y 2025, mientras que, en la Argentina y el Uruguay aumentará en más de la mitad en el mismo periodo.[2] Esto requerirá pastores altamente calificados para guiar a cuatro grupos generacionales: Baby Boomers (nacidos entre 1945-64), Generación X (1965-1983), Millennials (1984-1999), y Generación Z (2000 en adelante), de donde vienen los llamados “nativos digitales”. Si no formamos futuros ministros y obreros para atender congregaciones con tanta diversidad de membresía, en diez años estaremos en serios problemas.

Hay muy pocos estudios sobre el estado de nuestros seminarios bíblicos en la región, pero lo que resalta es que la malla curricular no ha cambiado mucho ni menos los métodos de enseñanza. Todavía el corazón del currículo sigue girando en torno a materias que los misioneros trajeron el siglo pasado. Si bien algunos seminarios han creado nuevos programas, otros todavía continúan ofreciendo cursos que ciertamente no preparan a los alumnos para asumir los retos y desafíos actuales. Se hace necesario, por tanto, revisar las estructuras educativas a fin de articular los objetivos, contenidos, recursos, metodologías y procedimientos con el contexto del país en que se está operando, además de crear currículos bi-vocacionales a fin de dar una sólida competencia bíblica a aquellos que quieren servir con sus profesiones. ¿Qué conocimientos y destrezas habrá de tener el pastor que esté al frente de iglesias que han cambiado radicalmente no sólo el diseño de sus templos, sino también sus prácticas, culto, ética y aún doctrina? Es tiempo de repensar en un modelo más integral y eficaz que deberían seguir nuestras escuelas teológicas donde la norma podría ser el 4+2, es decir 4 años para el grado teológico y 2 años para una maestría en un área de especialización. El título de cuatro años sería habilitante para ejercer el pastorado, y el máster vendría a completar la formación del estudiante preparándolo para hacer un doctorado posteriormente.

Por otro lado, está también la forma en que debemos capacitar a los que anhelan servir bi-vocacionalmente en ministerios no tradicionales dentro de la iglesia local o, específicamente, en las misiones o instituciones paraeclesiásticas. ¿Deberían pasar por un programa escolarizado de cuatro años o su formación debería ser más bien de cursos cortos reconocidos por la denominación? Estas y otras preguntas merecen seria reflexión por parte del liderazgo aliancista y los educadores teológicos.

El escenario de la iglesia evangélica en América Latina demuestra algo: que la educación teológica no es un bien del cual podemos prescindir, sino una parte fundamental de la vida y la misión de la iglesia.

 

[2] Jorge A. Brea, The Graying of Latin America. https://www.prb.org/thegrayingoflatinamerica/. Consultado el 4 de mayo, 2022.

Por: Miguel Ángel Palomino