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La Lucha Contra la Inseguridad Alimentaria y el COVID-19 Ayuda a Cumplir con Nuestro Mandato

agosto 24, 2020

Abordar las necesidades de las comunidades a las que servimos es parte de nuestro mandato de proclamar a Cristo a todas las naciones. Con la Respuesta Global de AWF al COVID-19 iniciando su segunda fase (Proyectos de Desarrollo), nos dimos cuenta de que la inseguridad alimentaria se ha intensificado por esta pandemia y puede tener un impacto duradero en las comunidades vulnerables. Por favor, lea este artículo y oremos juntos con claridad de propósito a medida que avanzamos por cumplir con nuestro mandato de dar testimonio de nuestra fe en Cristo con palabras y hechos.

La primera fase de Respuesta Global de AWF al COVID-19 ayudó a más de 170.000 personas en 18 países a través de proyectos de ayuda enfocados principalmente en la distribución y ayuda alimentaria. La Oficina de Socorro y Desarrollo de AWF está trabajando ahora con las Iglesias Nacionales de la Alianza para lanzar una segunda fase centrada en Proyectos de Desarrollo relacionados con seguridad alimentaria. La pandemia de COVID-19 ha agravado el problema de la inseguridad alimentaria y puede tener un impacto duradero en muchas comunidades vulnerables.

La inseguridad alimentaria es definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) como la situación en la que “las personas no tienen acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, saludables y nutritivos que les permitan satisfacer sus necesidades energéticas y alimentarias de preferencia para lograr una vida sana y activa” (Fuente FAO, 2010). Eso afecta prácticamente a todos los continentes del mundo. Si bien las causas de la inseguridad alimentaria difieren de un continente a otro, las implicaciones y consecuencias parecen ser las mismas en todas partes. Varios países en los que interviene la Alianza Cristiana y Misionera (ACyM) se ven directamente afectados. El informe de julio de 2020 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cita a 15 países en los que las iglesias de la ACyM se ven afectadas por la inseguridad alimentaria: Burkina Faso, Colombia, Ecuador, El Salvador, Congo (RDC), Guatemala, Honduras, Líbano, Irak, Liberia, Mali, Nicaragua, Perú, Siria y Venezuela. Además de las causas habituales de inseguridad alimentaria, se han agregado las vinculadas al COVID-19.

Causas comunes de la inseguridad alimentaria

Hay varias razones para la inseguridad alimentaria, que incluyen:

  • Cambio climático: dependiendo de la región, se manifiesta en sequías, inundaciones, desarrollo de nuevas formas de ataque de langostas, desastres naturales, etc. Las consecuencias son dramáticas en la producción agrícola.
  • Factores sociales: estos incluyen la pobreza extrema, la guerra, los conflictos por la tierra, la superpoblación, incendios forestales y de matorrales.
  • Terrorismo (fundamentalismo islámico): en algunos países africanos como Burkina Faso, Mali, las poblaciones han abandonado miles de hectáreas de campos cultivables debido a ataques terroristas. Esto resulta en un desplazamiento masivo de poblaciones (más de dos millones en Burkina Faso y Mali), creando así inseguridad alimentaria.

COVID-19 e inseguridad alimentaria

Según la Organización Mundial de la Salud, al 12 de agosto, había 20.162.474 casos confirmados de COVID-19 en todo el mundo, con 737.417 muertos. COVID-19 ha creado uno de los mayores desastres alimentarios del mundo. La cuarentena de las ciudades y la imposibilidad de trasladar alimentos de una ciudad a otra ha sido un factor importante de inseguridad en todo el mundo.

  • La producción agrícola se ha desplomado y se ha detenido por completo en muchas áreas.
  • Muchos campos agrícolas simplemente han sido abandonados.
  • Los agricultores no han podido reembolsar los préstamos agrícolas.
  • Muchos están enfermos y discapacitados y no pueden comprar alimentos suficientes debido a la enfermedad.
  • El cierre de fábricas y el desempleo significan que muchos no pueden pagar los alimentos.

Algunas posibles soluciones

  • Organizar cadenas de oración en todas las iglesias para una visión holística.
  • Alentar a cada iglesia a implementar un plan de desarrollo comunitario.
  • Capacitar a los miembros de la iglesia sobre cómo adaptarse al cambio climático.
  • Capacitar a los miembros de la iglesia en el espíritu empresarial agrícola.
  • Apoyar proyectos agrícolas de iglesias en la lucha contra la inseguridad alimentaria.
  • Abordar la situación creada por el COVID-19 con proyectos integrados de educación, salud, economía, alimentación, etc. para establecer comunidades más resilientes.
Por: Robert Sanou