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El Milagro de Uruguay

En medio de una sociedad laica y agnóstica, la Alianza Cristiana y Misionera de Uruguay enfrentó muchos desafíos y obstáculos antes de realmente ganar vida. Este artículo cuenta la historia de nuestros hermanos y hermanas, desde sus primeros momentos hasta su actual y exitosa realidad. Sólo tenemos que agradecer a Dios por las cosas increíbles que fueron posibles a través de Su Iglesia en Uruguay.

Uruguay es el país menos alcanzado de América Latina. La sociedad uruguaya es agnóstica, laicista y profundamente posmoderna, que no aprecia todo el valor espiritual y religioso. Mientras que en toda América Latina el reconocimiento de los valores y aportes de la religión son aceptados, considerados e incluidos en todos los valores de las áreas de la sociedad, en Uruguay ni siquiera el Catolicismo, que resulta extremadamente nominal, tampoco es tenido en cuenta en influencia, opinión y acciones de la vida cotidiana de la nación.

Sí bien no hay censos y mediciones específicas, las proyecciones y la experiencia parecen mostrar que Evangélicos resultan ser tan sólo unos 150.000 profesantes, aproximadamente el 4,5% de los 3.300.000 habitantes en el país. Por su parte, el 75% de las Congregaciones tiene una comunidad de no más de 40 personas, lo que les hace muy vulnerables a su impacto y les limita en un ministerio más sustentable y creciente.

Inmersa en ese contexto, la Alianza Cristiana y Misionera de Uruguay se desarrolla y combate. Sus orígenes se remontan a 1960:

Es el fruto de un viento fresco de pasión misionera e iniciativas de la Alianza Cristiana y Misionera Argentina quien, en un esfuerzo temprano y comprometido, envía una pareja Pastoral-Misionera, Francisco y Ester Pérez, para comenzar una Iglesia.

Para los primeros años de la década del 1970 la Alianza Uruguaya ya comenzaba la etapa nacional y autóctona. Es allí, entonces, donde debe comenzar a enfrentar sola todo el compromiso del desarrollo, recursos, sostén e iniciativas del naciente y débil esfuerzo. Comenzaba así a asumir en forma individual y nacional todo el peso de la obra de Dios, incluso planes, desafíos, crecimiento y estructuración.

Desde allí, entonces, nacían los esfuerzos de ministerio denominacional, estructuración organizativa, formación de pastores, desarrollo de liderazgo, plantación de iglesias, provisión de espacios para reuniones, construcción de templos, fortalecimiento institucional, y educación teológica.

Para el año 2000, cuarenta años después de sus inicios y ya con un perfil definido, la Alianza Uruguaya logra contagiar a la Alianza Americana para coordinar un plan de cooperación para el Proyecto de Educación Teológica establecido, y la plantación de una segunda Iglesia en Montevideo, la capital. Proceso éste que inicia en el 2003. En el año 2014, con la cooperación de la Alianza en Chile, fructifican las posibilidades y los esfuerzos para el inicio de la plantación de una tercera Congregación para Montevideo.

Hoy, ese esfuerzo, perfil e identidad autóctono, resulta en 11 Congregaciones organizadas, 10 de ellas con sus templos y propiedades, fruto del compromiso de su propia gente. Un Instituto de Formación Ministerial ha sido creado, y está en proceso de fortalecimiento y reestructuración. Hay también dos nuevas Congregaciones en formación y 11 pastores nacionales.

Hoy en día, la Iglesia Uruguaya nos pide que oremos con ellos por

  • Solidificación de la visión, gestión, y organización de la Iglesia
  • Desarrollo de la visión, pasión y acción misionera
  • Fortalecimiento de la estructura de liderazgo
  • Desarrollo sustentable de la educación teológica

Los líderes de la Iglesia también nos piden que oremos por el establecimiento y desarrollo de la Iglesia en el Sur y en el Este del país, especialmente en la capital, Montevideo, donde solo hay dos Congregaciones organizadas y una tercera en formación. Juntas, suman menos de 60 miembros, a pesar de estar ubicadas donde reside más de la mitad de la población del país.

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