Manifiesto de Guayaquil
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Como miembros de la Confraternidad Mundial de la Alianza, una vez más afirmamos nuestra creencia y compromiso con Cristo, la revelación de Dios (Juan 1:18), quien es el todo suficiente Salvador, Santificador, Sanador y Rey que viene (1 Cor. 1:30).
Habiendo sido comisionados por el mismo Señor Jesucristo, quien infundió la palabra “vayan” en lo más profundo de nuestro corazón, nos comprometemos al comienzo de esta nueva década a ser, una vez más, un movimiento misionero global especialmente para los pueblos menos alcanzados de la tierra.
Reconocemos que los desafíos que enfrenta la tarea de la evangelización mundial son muchos, como lo ilustran los puntos a continuación:
(1) Cambios rápidos. La realidad de la globalización; el desarrollo de la inteligencia artificial, la revolución tecnológica que impuso un ecosistema comunicacional dominante; la revolución digital y el crecimiento del etnocentrismo;
(2) La diáspora. El flujo migratorio sin precedentes; el cambio en las realidades demográficas y religiosas de las naciones desarrolladas; la aparición iglesias de inmigración étnica; choque de culturas;
(3) Las estructuras. Los conflictos sociales y políticos; el cambio del epicentro mundial de poder; la crisis moral de las instituciones internacionales; las persecuciones religiosas y étnicas como formas de radicalismo y extremismo;
(4) Cosmovisión. Los efectos del posmodernismo en el pensamiento teológico; la influencia de las cosmovisiones seculares dentro de la iglesia; los cambios en la sexualidad y las normas de género; la adopción del pluralismo y una creciente hostilidad hacia la singularidad del evangelio;
(5) Justicia. La desigualdad de los sistemas del mundo; la degradación de la vida humana; la pobreza global; pandemias; abuso; la trata de personas; misoginia y cualquier opresión debido a raza, clase, género o condición social;
(6) Generaciones emergentes. Redefinición de la vocación ministerial; los cambios en el concepto del llamado misionero; cambios en el deseo de preparación ministerial; el surgimiento de la experiencia espiritual personal en contraste con la racionalidad;
(7) Recursos. El declive de los centros tradicionales de recursos; la necesidad de desarrollar nuevas fuentes de financiación; la falta de recursos fiscales disponibles en las regiones cristianas de mayor crecimiento;
(8) Visión. El cambio del punto de gravedad del Cristianismo del Norte (América del Norte, Europa) hacia el Sur (América Latina, Asia, África); la realidad del reduccionismo misionero, del mundo como visión misionera a lo local y regional.
Por ello, el desafío es (a) inmenso en su envergadura, (b) complejo en su significado, (c) y exige que regresemos a los principios rectores de la acción misionera:
El dinamismo de una vida más profunda en Cristo, empoderada por el Espíritu Santo hacia una renovada agresividad para la evangelización del mundo.
Afirmamos lo dicho por el fundador de la ACYM: “Toda empresa misionera debe tener su fuente en la vida espiritual más profunda”. (A. B. Simpson).
Es por ello que reafirmamos y buscamos:
- Escrituras: la centralidad de las Escrituras para la vida y la integridad del ministerio. La necesidad de renovarse continuamente en fidelidad al texto bíblico.
- Santidad: el conocimiento de la vida espiritual más profunda y la experiencia de la plenitud del Espíritu Santo como la esencia de la vida en santidad.
- Herencia: valorar e incorporar en formas contextualmente relevantes la rica historia de nuestra teología y prácticas aliancistas como un medio para renovar el vínculo entre la vida más profunda y las misiones en la época actual.
- Capacitación: innovar en la educación teológica de los obreros, creando nuevas vías de capacitación continua para preparar y equipar a aquellos que son llamados al ministerio cristiano.
- Estrategias: asegurar que el mundo entero siga siendo el centro de nuestro mensaje; las estrategias misioneras deben surgir de la oración profunda y desinteresada; del consenso de la Iglesia en su perspectiva del mundo y discernimiento espiritual colectivo.
- Innovación: un movimiento misionero que se mantiene a la vanguardia debe innovar desde el comienzo, asumiendo riesgos llenos de fe.
- Compasión: las misiones deben fluir a toda la persona; la misión debe integrar fe y vida, palabra y obra, anuncio y presencia; predicar el evangelio es estar comprometido con sus demandas de justicia y paz.
- Recursos: el desarrollo de vías de obtención de recursos, negocios como modelos de misión y otras estrategias para obtener recursos, son posibles a través de la abundancia inagotable del Dios que nos envía.
- Alianza: la participación de toda la iglesia en la misión de Dios; la misión es de todas partes hacia todas partes, y para ser un pueblo misional se requiere el desarrollo de redes y alianzas que se caractericen por la interdependencia para la misión global.
- Reino: la misión se habilita mediante la manifestación del Espíritu de Cristo, y la irrupción del Reino de Dios y su triunfo sobre los principados y potestades de este mundo.
- Pasión: la pasión por cumplir la Gran Comisión —evidencia de que estamos llenos del Espíritu Santo y listos a obedecer el mandato de Cristo—, debe buscarse con toda integridad, fidelidad y compromiso.