Las Misiones Latinoamericanas Cruzan Fronteras
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En Perú, un grupo diverso de personas se reunió con el propósito de ser luz en medio de la oscuridad, enviados de amor para los marginados y mensajeros de salvación para los que anhelan la redención.
A la vanguardia de este movimiento inspirador estuvo la Confraternidad Latinoamericana de la Alianza (CLA – AWF), cuyo tema misionero “Enviados – Luz a las Naciones”, basado en Hechos 13:47, orquestó una jornada transformadora del 23 al 26 de enero de 2024, en Lima, Perú. Procedentes de once países y de diversos orígenes, se reunieron 204 corazones apasionados, unidos por una vocación común: difundir el mensaje del evangelio a lo largo y ancho del planeta.
La alegría de llegar a un encuentro con la naturaleza, la presencia de Dios y un ambiente misionero era evidente entre todos los participantes. Dirigido por el Rev. David Muthre, presidente de la Confraternidad Latinoamericana de la Alianza (CLA – AWF), el evento comenzó con un llamamiento a abrazar el mandato divino de una iglesia llena del Espíritu, como se ejemplifica en Hechos 13 y se repite en todas las Escrituras.
Las enseñanzas del traductor Adolfo Betancourt se centraron en la importancia de la traducción bíblica, y se instó a cada participante a convertirse en mayordomo de la inclusión lingüística. Mientras los participantes formaban grupos para traducir las Escrituras de su lengua original, se dieron cuenta de que la lengua es la puerta de la salvación, que la traducción es la clave para abrir los corazones.
Pero el viaje no se limitó a las barreras lingüísticas, sino que también tuvo que ver con el sacrificio y el compromiso personales. El pastor Martin, un misionero experimentado con una voz tranquila pero convincente, compartió su testimonio de muerte diaria a uno mismo por la causa de Cristo. Sus palabras resonaron profundamente, moviendo los corazones a abrazar el llamado del martirio, no en el sentido físico, sino en la entrega sacrificada de los deseos personales por el bien del Reino de Dios.
Durante este despertar espiritual, Keyla Espinoza, misionera ecuatoriana en Senegal, desafió a los participantes a ver la movilización como una faceta integral del discipulado. Keyla enfatizó que “un movilizador de misiones es un discípulo de Jesús que ha logrado aceptar su papel en la extensión del Reino de los Cielos, por lo tanto, buscará que todos a su alrededor también encuentren su papel en el cumplimiento de la Gran Comisión hasta el último grupo étnico”.
A lo largo de la jornada, el Dr. Jonathan Ritchey, movilizador de misiones de EE.UU. para América Latina, defendió la causa de la mayordomía financiera, recordando a los creyentes su responsabilidad de apoyar a quienes trabajan en la viña de Dios. Su mensaje fue claro: la generosidad no es sólo un deber, sino un privilegio, una oportunidad de participar en el plan redentor de Dios.
Sin embargo, entre las enseñanzas y los testimonios, la verdadera esencia de la jornada residió en la transformación colectiva de los corazones. Para uno de los participantes, supuso un cambio de paradigma, una nueva toma de conciencia de que las misiones abarcan mucho más que el envío de obreros al campo. Se trata de movilizar, recaudar fondos, nutrir a los misioneros y, sobre todo, comprometerse en oración con la misión de Dios.
Una obrera internacional que había regresado recientemente del campo misionero compartió su experiencia: “Me mostró la otra cara de las misiones”, refiriéndose a la obra misionera desde la perspectiva de la iglesia local y nacional en la diversidad de la tarea en la misión de Dios que desarrolla la región latinoamericana.
Otro punto destacado del evento fueron las Estaciones Misioneras, donde cada líder nacional y otros delegados, vestidos con atuendos representativos de sus países o del campo transcultural, mostraron con alegría y creatividad el trabajo que sus naciones están realizando en otros países a través de sus obreros internacionales. Con los sabores distintivos de tierras lejanas y su información compartida, extendieron una invitación abierta a la cooperación entre los latinos para la expansión del Reino de Dios.
Todos los participantes se deleitaron en el ambiente misionero del campamento. Se deleitaron con la cocina peruana, absorbieron enseñanzas, abrazaron el trabajo en equipo, adoraron a Dios y oraron por los perdidos. La vibrante noche intercultural, con el atuendo típico de la mayoría de los participantes, la alabanza indígena y el desafío de responder al llamado, unió a los asistentes en un ferviente deseo de orar por los obreros internacionales y sus ministerios.
Al finalizar el evento, 104 asistentes declararon su compromiso de participar en la misión transcultural. Alabamos a Dios por los resultados inmediatos obtenidos de este evento, destinado a fortalecer la misión y la visión misionera en la región. Por favor, ora para que este movimiento de Dios siga creciendo en cada persona que formó parte de este evento.
A medida que su compromiso colectivo resonaba en la noche, un profundo sentido de propósito llenaba el aire. Sabían que este evento no era sólo un acontecimiento, sino un catalizador para la transformación. Llevando la llama de las misiones, conscientes de que sus esfuerzos llegarán más lejos, tocando vidas y reformando comunidades de maneras que nunca imaginaron.
Al final, la jornada fue un testimonio del poder de la unidad, la fe y el compromiso inquebrantable con el llamado de Dios. Y cuando los participantes se aventuraron, no lo hicieron como individuos, sino como embajadores de la esperanza, mensajeros de la redención y portadores del amor sin límites de Dios.